Tiempo normal, precampañas y campañas

Irving Berlín Villafaña (*)

El calendario político mexicano tiene más de siete días, como la canción de Manzanero o los tres pies famosos que tiene el gato.

Según la ley, hay etapas conocidas como normales, precampañas y campañas electorales. El espíritu de la norma es regular, entre otros, la propaganda política que, por cierto, mientras más controlada y limitada está, más le cuesta a los mexicanos.

Según las leyes federales, cada partido determina su proceso de selección interna y sus precampañas están dirigidas a los “afiliados, simpatizantes o al electorado en general”, con el objetivo de obtener su respaldo para ser postulado como candidato a un cargo de elección popular.

También se lee que la propaganda es el conjunto de escritos, publicaciones, imágenes, grabaciones, proyecciones y expresiones que durante el periodo establecido por la ley los precandidatos difunden para dar a conocer sus propuestas.

La propaganda de precampaña deberá señalar de manera expresa, por medios gráficos y auditivos, la calidad de precandidato de quien es promovido. Me parece que esta redacción da a entender que la etapa de precampaña se refiere a un proceso interno de selección abierto y disputado, aunque en el cuerpo del texto se admiten otras forma de elección.

Si estamos leyendo lo mismo, entonces ningún precandidato, tanto en los ámbitos federal como estatal o municipal, sería un candidato definitivo, ya que debería convencer primero a sus electores. Si estamos leyendo lo mismo, entonces Meade, Anaya y tantos otros podrían no ganar las internas de no convencer a sus audiencias, a menos que nos estén mintiendo y no fueran precandidatos en competencia interna, sino simple y llanamente candidatos ya designados.

Si fuera así, entonces el proceso de convencer a sus militancias ya ocurrió de algún modo y la etapa de precampaña pasó de noche o previamente. El precandidato único es en realidad un candidato definitivo que no puede ser llamado así, aunque de facto lo sea, pues su condición de candidato proviene de la otra etapa que el calendario electoral fija para ese tipo de campaña. El pan no se llama pan. El vino no se llama vino. Mejor dicho, la realidad llama pan lo que la ley llama vino.

En el pasado, los precandidatos únicos designados de modo directo no podían hacer precampaña, ya que obtienen la candidatura automáticamente, en tanto, que permitir actos o propaganda en la fase de precampaña de candidatos electos en forma directa o de precandidatos únicos, sería inequitativo para los precandidatos de los demás partidos que sí deben someterse a un proceso democrático de selección interna y obtener el voto necesario para ser postulados como candidatos; ya que ello podría generar una difusión o proyección de su imagen previamente a la fase de campaña. Esto se deriva de la acción de inconstitucionalidad 85/2009.

Pero la posverdad llegó a nuestro país, igual que Santa Claus. La Sala Superior del Tribunal Electoral señaló en la jurisprudencia 32/2016 que los precandidatos gozan en todo tiempo de los derechos fundamentales de libertad de expresión, reunión y asociación, por lo que se concluyó que a fin de observar los principios de equidad, transparencia e igualdad, cuando no exista una contienda interna, debe estimarse que éstos pueden interactuar con los integrantes del partido. Se usaron, como ve, casi los mismos criterios para decir que no y luego para decir que sí. Vaya cosa.

Hoy día, los partidos con selección competida interna —es decir, ninguno— están en fase de precampaña y los que tienen candidatos definitivos —que son todos— pueden hacer lo mismo porque sus derechos civiles no desaparecen, aunque deben llamarlos precandidatos, que eso es lo que ya no son. Si se llamaran candidatos, entonces estarían en la etapa de campaña que comienza el 30 de marzo y se habrían anticipado a ella y serían eliminados.

Malabarismo

La política, decía una importante politóloga norteamericana, es un problema de palabras. Con ella se dice verdad o se dice mentira. Las precampañas, tal y como están diseñadas en México, con sus nombres y reglas son actos de malabarismo lingüístico y legal, para acomodar la norma a una realidad que no la dibuja. Por eso los candidatos son precandidatos y los precandidatos hacen una propaganda que ya no es para convencer a nadie, sino ganar visibilidad en la sociedad entera que, por cierto, es la que no debe oír nada todavía.

Por eso la publicidad pone una leyenda absurda al final: esta propaganda no es para ti, ciudadano, no la veas, es solo para los militantes de mi partido. Qué cosa más ridícula.— Mérida, Yucatán.

iberlin@prodigy.net.mx

Antropólogo y doctor en Ciencias de la Información