¡Décadas!
Ernesto Arévalo Galindo (*)
“Donde ninguno manda, mandan todos. Donde todos mandan, nadie manda. Es el caos” —Jacques Bénigne Bossuet, clérigo, predicador e intelectual francés
Cada seis años millones de mexicanos votan por primera vez. Millones de mexicanos votan por segunda vez. Millones de mexicanos votan por tercera vez. Millones de mexicanos votan, votan y votan. Hastiados o esperanzados para bien o para mal, porque en este mundo terrenal transformado en cementerio nacional hay lobos vestidos de corderos y corderos vestidos de lobos.
Siempre esperanzados en el cambio, pero decepcionados por el cambio, ya que la sociedad está resquebrajándose en lo moral y en lo material. El cambio ha sido para la clase política, ya que cada día es más rica. El cambio ha sido para la clase pobre, ya que cada día es más pobre. Inerte es la visión de México como nación, entiéndase como un conjunto de personas de un mismo origen étnico que comparten vínculos históricos, culturales y religiosos, entre otros aspectos para definir la identidad ante el mundo.
El próximo 1 de julio, millones de mexicanos votarán para elegir a un nuevo Presidente; debutantes y veteranos. Habrá cambio; sí, pero de nombre, porque Andrés Manuel López Obrador, Ricardo Anaya y José Antonio Meade, los tres “capitanes de la batalla campal en la arena política”, no representan la urgente transformación histórica, porque hay oscuridad en la política. Mucha oscuridad con sus demonios escondidos, sin la más mínima emoción.
Actitud olvidada
Los políticos olvidaron una actitud muy importante en su ejercicio de “servir a la nación”: el cambio viene desde adentro. No de palabra. Ni ellos mismos creen en ellos mismos, cuando de “servir a la nación” se trata. A pesar de los avances de la democracia a un costo de millones de pesos, esta última ha sido adecuada para los intereses de los poderosos, con el voto de los débiles, negando el derecho expuesto en las urnas a visualizar el mundo de otra manera.
Desde septiembre de 2017 hasta enero de 2018, la tendencia de la preferencia electoral ha sido prácticamente la misma: Andrés Manuel López Obrador en primer lugar, Ricardo Anaya en segunda posición y José Antonio Meade en tercer sitio. Todos contra todos, ya que en política no hay lealtades, solamente hay intereses; mientras que los principios de los partidos políticos fueron archivados, una vez más, para responder a los intereses de los favorecidos al confort de la política nacional.
En el “Año de Hidalgo” (última etapa de la gestión del Presidente de México, cuyo dinero público se gasta o se roba todo, según sea la orden oficial) que encabeza Enrique Peña Nieto, la sociedad empieza a ser bombardeada por las ofertas políticas de los protagonistas a la “Silla del Águila”. Hostigada al límite para distraerla de la gran oportunidad de crecer, a través del voto razonado, libre y en secreto.
También es el tiempo en donde ninguno manda, porque mandan todos y en donde mandan todos, nadie manda. Traduciéndose en el caos por el que estamos atravesando ante la indiferencia de los aspirantes a pesar de sus juramentos de amar y rescatar la tierra mexicana. La tierra en donde nacieron. La tierra que les pide reciprocidad. La tierra que les exige agradecimiento. ¡La tierra mexicana!
A seguir trabajando, a seguir asimilando nuestra gran responsabilidad de votar, por el menos malo pero votar para ser partícipes del cambio. Del cambio de presidente de México, ya que la transformación nacional necesita de muchos años de voluntad política, de visión y del trabajo de todos los mexicanos.
Votarán
Nuevamente llegaremos a otros seis años. Millones de mexicanos votarán por primera vez. Millones de mexicanos votarán por segunda vez. Millones de mexicanos votarán por tercera vez. Millones de mexicanos votarán, votarán y votarán. Así ha sido nuestra historia de años.
¡De décadas!.— Cozumel, Quintana Roo
arevalo61@yahoo.com.mx
Periodista
A seguir trabajando, a seguir asimilando nuestra gran responsabilidad de votar, por el menos malo, pero votar para ser partícipes del cambio
