Carlos R. Menéndez Losa director general de Diario de Yucatán y Grupo Megamedia
Carlos R. Menéndez Losa, director general de Diario de Yucatán y de Grupo Megamedia

CARLOS R. MENÉNDEZ LOSA (*)

Las cifras del máximo órgano electoral de Ecuador lo confirman: Daniel Noboa se reelige con una diferencia de más de un millón de votos (11%) sobre su contrincante, Luisa González. Los observadores de la OEA lo avalan y felicitan al “pueblo ecuatoriano” por su espíritu cívico, “expresión de la soberanía popular”, y su compromiso con la democracia.

Con recomendaciones para futuros comicios —como mejorar la equidad del proceso y evitar el uso de recursos públicos en la promoción de candidatos, dirigidas principalmente a Noboa y su movimiento—, la OEA respalda el triunfo del presidente: “Los resultados reflejan la voluntad popular; no se identificaron irregularidades sistemáticas”.

Las grandes potencias democráticas del mundo felicitan a Noboa, en contraste con algunos gobiernos de regímenes populistas de la región. Cínicamente, el venezolano Nicolás Maduro declara: “En Ecuador pretenden imponer por la fuerza una hegemonía política colonialista; fue un fraude horroroso, inauditable, apoyado y financiado por el imperialismo”.

En México, Claudia Sheinbaum se resiste a felicitarlo: “Vamos a esperar el final. Luisa, la candidata, no reconoce el triunfo de Noboa”. Violando el tradicional principio de no intervención, la presidenta mexicana califica de “dudosa” la victoria y, sin reparos, rechaza y manipula: “Sí ganó, pero no fue justa la contienda; la misma OEA descalifica el proceso” (bit.ly/3YHLkcX).

Daniel Noboa les responde: “¿Acaso entiende Maduro lo que es democracia? Primero debería transparentar los resultados de sus propias elecciones, ampliamente cuestionados por los propios venezolanos y la comunidad internacional”. Sobre la crítica de la presidenta Sheinbaum, es directo: “Es un claro mensaje a su base ideológica, cercana al correísmo” (bit.ly/44F4JPs).

Regida por afinidades políticas e ideológicas —no por una aplicación equitativa de los principios diplomáticos que dice defender—, la mandataria reconoció la reelección de Maduro en julio de 2024, pese a las críticas sobre la legitimidad del proceso, y se justificó acudiendo al principio de “no intervención”. En el caso de Ecuador, el rechazo fue inmediato.

En junio de 2024, la OEA felicitó a Claudia Sheinbaum por su “contundente victoria” y destacó la alta participación ciudadana en un proceso electoral eficiente. No obstante, abundaron las protestas por irregularidades a lo largo de la campaña, en particular el uso de recursos públicos y programas sociales en favor de la candidata del obradorismo.

Un mes después, los observadores de la OEA denunciaron que las elecciones en Venezuela no cumplieron con los estándares internacionales de integridad. Cuestionaron la inhabilitación de la principal figura opositora, María Corina Machado, así como la falta de transparencia del órgano electoral. Concluyeron que los comicios no fueron libres ni justos.

INCONGRUENCIAS

Maduro descalificó de inmediato a la OEA, y los líderes del obradorato no se quedaron atrás. El presidente López Obrador cuestionó a sus observadores, calificándolos de “poco serios e injerencistas, violadores de la autodeterminación del pueblo venezolano”, mientras que Claudia Sheinbaum acusó a la organización de ser “parcial, inoportuna e intervencionista”.

Esta semana, Maduro y su colega mexicana dan cátedra de incongruencia y cinismo. El venezolano califica a Noboa de “dictador”, y doña Claudia insiste en cuestionar los comicios. Se niega a restablecer relaciones con el gobierno ecuatoriano, al que acusa de violar los derechos humanos, pero continúa ignorando las denuncias contra el régimen chavista.

Por naturaleza, los regímenes populistas suelen actuar con cinismo, priorizando la conservación del poder sobre los principios. Sus líderes no dudan en decir una cosa y hacer otra. Exaltan la justicia y la austeridad, pero en la práctica toleran la corrupción, encubren abusos y traicionan los valores que proclaman. Se confían en el apoyo “ciego” del “pueblo”.

El populismo no busca convencer con argumentos lógicos y razonables, sino movilizar con emociones como el miedo, la esperanza y el resentimiento. Los populistas saben muy bien que la frustración social nubla el juicio y hace que las contradicciones se pasen por alto, que el desencanto se transforme en complicidad… mientras “los apoyos” sigan llegando.

Apuestan al eterno embelesamiento del “pueblo”, ese concepto maleable que adaptan a sus intereses y narrativas. Todo lo que hace el líder se presenta como un “mandato popular”. Se elimina la diversidad de opiniones y la crítica, reduciendo a la ciudadanía a una sola voz: la que los respalda. Oponérseles equivale a “ir en contra del interés de las mayorías”.

“ASÍ LO QUIERE”

En las últimas décadas ha quedado claro que, para regímenes como el castrista, el chavista y, desde hace siete años, el obradorista, la llamada “soberanía popular” se ha convertido en una herramienta de control autoritario. Se desprecian los contrapesos y se debilita el Estado de Derecho, amparándose en el argumento de que “el pueblo así lo quiere”.

En Yucatán, el gobernador Huacho Díaz, novel admirador del populismo latinoamericano, intenta embelesarnos con un plan estatal de desarrollo lleno de promesas ambiguas y difíciles de cumplir. Autoproclamado defensor del “pueblo”, predica la transparencia mientras guarda un silencio cómplice ante los escándalos constantes que rodean a sus allegados.

Con un estilo de comunicación similar al que se busca imponer en todo México, ha centrado sus esfuerzos en atacar al pasado y justificar sus acciones bajo el supuesto “mandato popular”. Promete un nuevo estilo de gobierno, pero incurre con frecuencia en los mismos vicios del obradorato: incongruencia, retórica emocional y tolerancia a la corrupción.

Los resultados de décadas de populismo autoritario en América Latina son evidentes. Cuando los ciudadanos dejan de reclamar coherencia a sus gobernantes, la simulación se normaliza y se abre la puerta al abuso. De ahí la importancia de exigir transparencia y lealtad a los principios, especialmente a quienes se autoproclaman “defensores del pueblo”.

El cinismo que observamos esta semana en torno a Ecuador es una nueva llamada de atención. Una ciudadanía crítica y activa es la mejor defensa contra el abuso y la incongruencia. El avance populista no es inevitable, pero sí progresivo si no se enfrenta con rigor. Las señales están a la vista; habría que actuar antes de que sea demasiado tarde.- Mérida, Yucatán.

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