Durante varios años quienes habitan los predios del Centro Histórico de Mérida han luchado con el problema del ruido que generan los bares y restaurantes que ponen o tocan música a altos decibeles, y a pesar de la constantes quejas ante el Ayuntamiento y los movimientos de Ruido contra el ruido, poco se ha podido lograr para que el problema desaparezca.
En algunos casos la molestia por el ruido que se prolonga hasta las tres o cuatro de la madrugada ha hecho que algunos vecinos hayan optado por vender sus casas e irse, lo que se ha incrementado en los últimos meses.
Aunque hay mexicanos y yucatecos en esta penosa situación, son en su mayoría extranjeros los que han resentido esta situación, quienes compraron sus viviendas en una época en la que no abundaban los bares y restaurantes en el centro de la ciudad, y que paradójicamente fueron aumentando en número, a raíz de que el sector comenzó a tener más vida con la llegada de los extranjeros a la zona.
Cuando adquirieron los predios y los remodelaron no imaginaron el martirio que sufrirían por las noches, ante la apertura de más y más restaurantes y bares, algo que ya afecta al segundo cuadro de la ciudad.
Una residente extranjera estadounidense, quien prefirió no dar su nombre, indica que la situación con el ruido es realmente un gran perjuicio para quienes habitan en la zona del Centro Histórico, y a pesar de que han acudido a las autoridades, no los han escuchado.
“Dicen que van a revisar que los negocios cumplan con la ley, que es lo único que pedimos, pero no hacen nada, y el ruido sigue y sigue, en algunos casos toda la noche”, lamenta.
“No podemos dormir, nos levantamos sin ganas de nada, porque estamos cansados, y aunque hemos hecho algunos cambios en nuestro domicilio para tratar de mitigar el ruido, es imposible, porque ponen la música muy fuerte”, comenta.
La mujer señala que realizaron una gran inversión en la compra y remodelación del predio que ocupan, y por ello se sienten frustrados ante la situación, porque no quisieran vender el predio, y les gusta Mérida para vivir, pero no bajo estas circunstancias.
Cuentan que otros vecinos y amigos extranjeros que viven en el Centro Histórico sufren el mismo calvario, y algunos ya están pensando en vender sus casas e irse a otra ciudad; otros no soportaron más y ya se fueron.
Extranjeros se quejan del ruido en el Centro de Mérida
Joanna Rosado, canadiense que vive en el estado desde hace 47 años y ya está nacionalizada como mexicana, comparte que el crecimiento de Mérida ha hecho que muchas cosas cambien.
Ella vive actualmente en la colonia García Ginerés, pero señala que su hijo, quien nació en Mérida, habitaba una casa junto a su esposa y su hija en la calle 47, en lo que será el Corredor Gastronómico.
A su gusto remodelaron la casa, tenían un gran terreno y estaban muy contentos, pero años después justo junto a su predio se abrió el mercado gourmet Casa Dominga.




Joanna Rosado recuerda que cuando el predio se estaba construyendo vieron que el escenario donde se colocaría al conjunto musical estaba junto a una pared común; es decir, compartían pared, que era el dormitorio de la familia. Hablaron con los arquitectos y les comentaron la situación, pero no hicieron nada.
Entonces sucedió lo que temían: el ruido no los dejaba dormir. Emitieron su queja ante el Ayuntamiento y nadie respondió. Su hijo, su nuera y ella acudieron a foros públicos, pero nadie les hizo caso.
Al final tuvieron que mudarse, a pesar de lo felices que eran con la casa.
En estas situaciones lo importante es respetar la zona, destaca. Si es una zona residencial se debe respetar y si es una combinación de ambas, como es el caso del Centro, hay que tener un poco de criterio. Los restaurantes o bares con música deben acondicionar sus espacios para que el ruido no perjudique a los residentes, y mantener sus puertas cerradas.
“Con la experiencia que tuvimos nos quedó un mal sabor de boca porque nunca hicieron nada (las autoridades), no te hacen caso y te das por vencido, muchos han tenido que mudarse a otras zonas de la ciudad o de plano se han ido a vivir a otra parte”.
No solo en el Centro Histórico se da esta situación, en el segundo cuadro también. Así lo cuenta otra extranjera, quien omitió su nombre debido a que ha sido amenazada por los propietarios del negocio que tiene al barrio de cabeza.
Ella cuenta que han vivido en Mérida por tres años, hasta hace dos años y medio todo estaba bien porque en la zona estaba la cantina “La lluvia de oro” (en la calle 34 con 61 en los límites del Centro con la colonia Esperanza).
El sitio cerraba a las 10 de la noche y ahí tocaban música, pero eran respetuosos con los vecinos.
El negocio se cambió al bar Lagartos Oriente, bajo otro concepto, de manera que a menudo ponen música hasta las tres de la mañana, dejan la basura pestilente afuera y los clientes orinan en las puertas de las casas.
Además, asegura que hay sexo servidoras en el lugar.




Aunque le reclaman al propietario del negocio, éste ha perseguido y amenazado a los dueños de las viviendas cercanas que han acudido a pedirle que baje los decibeles de la música al límite legal para una zona residencial.
El bar no cuenta con estacionamiento, por lo que los clientes se estacionan en la calle y en varias ocasiones han dañado los vehículos de los vecinos.
La entrevistada manifiesta que a raíz de las quejas que han puesto ante las autoridades el bar ya no pone música a todo volumen todas las noches, pero sí tres o cuatro noches a la semana.
Denuncias al Ayuntamiento por ruido
En los últimos nueve meses se han presentado tres denuncias por parte de varios vecinos ante el Ayuntamiento, pero aun así no ha cesado el problema, precisa.
También han enviado una petición firmada por unos 37 vecinos solicitando que el bar respete los límites de ruido y se presentó ante la Comuna en enero pasado.
Un funcionario del municipio les indicó que esas cosas toman tiempo, pero ante la situación han puesto en marcha un amparo con la asesoría de un abogado.
“Nos mudamos a Mérida porque es reconocida como un lugar seguro para vivir y un destino de retiro, pero en este momento no puedo recomendar la ciudad a otros debido al problema del ruido y por la aparente inacción del gobierno local”.
Hay una serie de casas de expatriados y mexicanos a la venta en el vecindario debido al ruido. También predios de Airbnb que han cerrado por las malas calificaciones de los huéspedes atribuido al ruido.
Según puntualiza la mujer, dentro de las casas frente al bar el ruido después de la medianoche puede alcanzar los 89 decibeles.




Por la calle del bar el ruido puede oscilar entre 65 y 85 decibeles, como han documentado numerosos vecinos, tanto mexicanos como expatriados.
Casey, de origen jamaiquino y padres estadounidenses, vive en Yucatán desde 1992. Considera que el problema del ruido ocasionado por los bares en la ciudad es muy complejo y siente que el principal problema es que las áreas no están definidas, no hay una planeación en cuanto a las zonas residenciales y comerciales.
Ella externa que no dormir por el ruido de la música en los bares es una friega total, y los negocios deberían poner barreras de sonido para minimizar esta situación, pero no lo hacen.
La residente habita en la colonia Itzimná, a unos 200 metros de un restaurante bar que se abrió hace no mucho tiempo. La música del lugar se oye claramente cuando sale al jardín de su casa, aunque en el interior no.
Sin embargo, piensa que si ella puede escuchar hasta la letra de las canciones a la distancia en que está, el ruido debe ser muy molesto para quienes están más cerca, y hay viviendas en las inmediaciones.
Esto incluye a los detenidos en el edificio del Instituto Nacional de Migración, que está a espaldas del lugar.
