“Hay gente muriendo por la desinformación”. Así de tajante se mostró el jueves el expresidente de Estados Unidos Barack Obama (2009-2017) durante una conferencia en la Universidad de Stanford.  En el corazón de Silicon Valley, meollo de la industria tecnológica, el exmandatario pidió actualizar y reforzar la regulación de las plataformas sociales que, según su parecer, están debilitando las democracias a pasos agigantados al facilitar la proliferación de teorías de la conspiración, discursos de odio y mensajes extremistas. 

La desinformación se ha convertido en la causa predilecta del exmandatario, embarcado en una campaña con la que está tratando de utilizar su influencia para que Washington actualice sus leyes y las empresas aborden la cuestión internamente. 

En su largo discurso ante el centro de Seguridad Cibernética de Stanford, Obama imploró que se reforme la conocida Sección 230, un recurso legal que ampara que las compañías tecnológicas no tengan responsabilidad legal del contenido que se publica en ellas. 

Así, Obama pintó un escenario en el que las noticias falsas sobre las vacunas contra el coronavirus han causado la muerte de personas o, en países como Rusia, han creado sociedades en las que la población “no sabe distinguir qué es real y qué no”. 

“Estamos viendo los efectos”, apuntó Obama sobre un problema que considera que “va a ir a peor” y se volverá “más sofisticado”. 
No obstante, el expresidente, que mantiene contacto con empresarios como Mark Zuckerberg, añadió que las grandes compañías tecnológicas “están haciendo un esfuerzo sincero” y muestran una preocupación “genuina” ante el problema. 

A continuación el resumen íntegro elaborado por Agustín Núñez G., coordinador de empresas sociales en Fundación Haciendas del Mundo Maya: 

 

Vivimos tiempos por demás complejos dada la invasión de Rusia a Ucrania, que es parte de tendencias mayores. Hay autócratas brotando en todo el planeta, incluso en Estados Unidos, subvirtiendo la democracia, socavando los derechos humanos e ignorando leyes internacionales.

La democracia no es inevitable, pero no se desarrolla sola. Debemos cultivarla, luchar por ella y promover reformas no para que sobreviva, sino para que florezca.

Para una mejor democracia requerimos un capitalismo más equitativo e incluyente; reformar nuestras instituciones políticas para que la gente sea escuchada y tenga mayor agencia; contar mejores historias sobre nosotros y cómo podemos vivir juntos a pesar de nuestras diferencias.

Una de las mayores amenazas para la democracia y de las razones de su debilitamiento tiene que ver con el profundo cambio de la forma en que nos comunicamos y consumimos información.

El interés por generar mayores utilidades y participación de mercado a través de personalización, involucramiento y velocidad; la anonimidad y diversos intereses particulares, así como decisiones expresas de las propias compañías; la competencia entre la verdad y la falsedad, la colaboración y el conflicto, el mismo diseño de estas plataformas parece estar volteándonos hacia el lado equivocado y lo que estamos viendo son esos resultados.

Regímenes autoritarios tornan las redes sociales contra grupos que no les convienen o agradan. Y no es necesario que la gente crea lo que se dice; basta con llenar el ámbito público del discurso de odio y teorías de conspiración para que la gente ya no sepa qué creer. Cuando se llega al grado de pérdida de confianza en los líderes y en la capacidad de construir la verdad, el juego se ha perdido. Y las redes sociales contribuyen a este propósito.

Antes de proponer líneas de acción, tengamos en cuenta algunos hechos:

 

  • – Las divisiones sociales ya estaban aquí antes de que llegaran las redes sociales.
  • – Arreglar las redes sociales puede ayudarnos a aminorar las divisiones, así como reconstruir la confianza y solidaridad necesarias para hacer nuestras democracias fuertes.
  • – No nos desharemos de los discursos incendiarios; la libertad de expresión es esencial a la democracia.
  • – Cualquier decisión sobre contenidos implicará juicios de valor; acordemos principios básicos para decidir al respecto:
  • – Si fortalece o debilita el prospecto de una democracia sana e incluyente.
  • – Si promueve el sano debate y el respeto a nuestras diferencias.
  • – Si refuerza el imperio de la ley y el autogobierno.
  • – Si ayuda a tomar las mejores decisiones basadas en la mejor información disponible.
  • – Si reconoce los derechos, las libertades y la dignidad de todos los ciudadanos.
     

El poder que significa incidir en muchos aspectos de la vida pública amerita supervisión democrática. La regulación y la innovación no son antagónicos. Hay una larga historia de regular nuevas tecnologías para proteger el interés público.

El alcance nacional de los medios ha sido factor en la polarización. También debemos encontrar maneras creativas de apoyar y fortalecer el periodismo de calidad, incluyendo al periodismo local en su lucha por adaptar viejas instituciones y valores medulares a una nueva época.

Debemos ser mejores consumidores de información, verificando fuentes, pensando antes de difundir, separando hechos de opiniones y estando abiertos a escuchar perspectivas diferentes. Enseñemos a nuestros hijos a hacer lo mismo.
Encontremos formas de construir nuevas instituciones cívicas que promuevan la participación de los jóvenes, músculos civiles en lo real y en lo virtual.

Todo lo anterior es válido a nivel internacional, pues el alcance de las redes sociales es indiscutiblemente global.

Recuperemos el espíritu de magia e innovación del Internet en sus inicios y cómo nos maravillaban sus posibilidades. No nos espantemos por lo negativo de estos momentos. No tiene por qué ser así. Podemos construir algo mejor.

Conocemos ejemplos de valiosas aportaciones sociales, desde el uso creativo de las redes sociales, que son herramientas y que nosotros las controlamos. Usemos todas las herramientas a nuestro alcance para asegurar el mayor de nuestros regalos: un gobierno de, por y para la gente en las siguientes generaciones.

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