(Primera Columna publicada el 2 de febrero de 2007)
Dos policías vigilaban la banca de costumbre. Al llegar el reportero y César Pompeyo se les acercaron, corteses, a informarles: “Se acabó la guerra. Nos comisionaron para impartirles garantías y hacer efectiva la libertad de expresión. Hay instrucciones de no enviar más cartas, aunque estén firmadas ya”. Por elemental prudencia, los recién llegados optaron por acomodarse en la banca de enfrente. Del dicho al hecho…
—Creo, don César, que ya puede darme sin pánico, sin terror, las opiniones que le pedí sobre los protagonistas de moda. Le diré un nombre. Usted me contestará lo que se le ocurre al oírlo. No pontifique, por favor. Sus respuestas, mientras más breves, mejor. Cuando pueda, con una sola palabra. Me están racionando el espacio desde que empezaron a llegar las cartas. Empecemos:
—¿Felipe Calderón?
—Cerca de Andrés Manuel. De repente se topan allá en la sorbetería “El Colón”.
—¿Andrés Manuel?
—Helado.
—¿Patricio?
—Vecino. Demasiado cerca de la banca. Pregúntame cuando se vaya. No es que me dé miedo, pero está alto, nos ve muy bien. Esos policías tienen orejas y…
—Le supliqué que fuera breve. ¿Calderón Cecilio?
—Toda una vida en la antesala.
—¿Eric?
-Medios de comunicación.
—¿Dulce?
—Ana Rosa sabe más que yo. Ya se contentaron.
—Ana Rosa?
—Gobernadora.
—Ivonne?
—Gobernadora.
—No puede ser. Escoja usted. Una u otra.
—Yo juego a la bolita ya la lotería. Nadie lo prohíbe: ni Hacienda. Eso de o con Dios o con el diablo ya pasó a la historia. Ya viste la fiesta del archimandrita. Estaban juntos.
—Sea preciso, don César. ¿Quién es bolita y quién lotería? ¿Quién diablo y quién dios?
—Me pediste que no pontifique. Continúa.
-¿CACEROLA?
—Pregúntale a “Cholo”. Es su especialidad.
—¿PRI?
—Cargando su cruz.
—PRD, PT, Convergencia?
—Esos sí se sacaron la lotería. En “vaquita”. Cada quien un cachito.
—Avier.
—Me estás poniendo un cuatro, reportero. Van a volver a llegar las cartas. Precisa tú, por favor.
—Avier con “J”.
—Bórralo. Cuando termine se va con los paramédicos. Es su nuevo apostolado.
—Con “X”.
—Muy lejos de la “i” y más lejos de la “a”.
—Se refiere usted, don César, a…
—No. Para nada. Me refiero al abecedario. No hay intérpretes. reportero. No deduzcas. No hay cabos. No me tientes con tus malos pensamientos. No me metas en los líos de tu columna. Nos van a mandar a los lobos ya los antimotines. Así nunca vamos a regresar a nuestra banca de costumbre. Ninguna pregunta más. Ya hiciste que me sienta en pecado. Voy a ver si me dan la absolución.
Con cuidado, persignándose, Pompeyo salió de la Plaza, cruzó luego la calle y se dirigió a la Catedral. Estaba cerrada.
