(Primera Columna publicada el 9 de septiembre de 2010)

Invitado por César Pompeyo, don Vittorio Zerbbera asistió en la iglesia de San Antonio de Padua a la conferencia sobre la religión en la independencia de México que pronunció durante casi hora y media el doctor en historia monseñor José Florencio Camargo Sosa ante un auditorio cautivo de principio a fin por la erudición y amenidad del disertante.

Admirado por ambas cualidades de la exposición, casi toda de memoria, con breves consultas a tres de las 20 hojas que llevaba el historiador oficial de la arquidiócesis, que también lo es; admirado, repetimos, don Vittorio preguntó con cierta ingenuidad qué estipendios había cobrado don José Florencio.

Decimos con cierta ingenuidad, porque en Sicilia, como en Europa y Zanzíbar, un conferenciante con los blasones académicos de monseñor suele cobrar cifras de cinco o más números dígitos.

—No sé si se fijó usted que antes del acto fueron repartidos unos sobres entre la concurrencia. Al final, cada quien puso en su sobre su contribución económica voluntaria. Eso recibió el Padre Camargo como recompensa por su trabajo, consumado con éxito a pesar de la evidente afección gripal que padecía.

—Aquí no es como en Italia. Aquí los forasteros y los extranjeros ganan mucho más que los del patio. Tiene usted el caso de Gabriela López, asesora, publicista, sabelotodo y factótum por encima del agua de la mitad del gobierno, el PRI y “Mi stilo es Yucatán”. Se dice que las otras mitades son para Ulises, el número uno, y el diputado Felipe, el regiomontano, el que está encima de todos porque así lo ha dispuesto Peña Nieto.

—¿No reparten?
—Se sospecha que Ivonne recibe una tajada del pastel. Ya sabes: todos para uno, uno para todos y lo demás, que no es poco, para Sasha.

—¿La cantante que viene a amenizar el bicentenario en un millón cuatrocientos mil pesos? ¿Un millón cuatrocientos noventa y nueve mil veces más que los emolumentos bicentenarios del Padre Camargo? En Roma se armaría un escándalo.

—Ten en cuenta, Vittorio, que ustedes tienen allá al Papa. Aquí la farándula paga mucho más que la religión. A Ivonne la van a nombrar, según insistentes rumores, accionista honoraria de Televisa. Tanto le han pagado el gobierno —o sea nosotros— a Plácido, a Sara Brightman y Elton John que no se atreven a decirlo.

—No tome usted a mal, don César, lo que le voy a decir: la impresión mía es que no se atreven a decirlo porque no todo fue para los cantantes. Tenga usted en cuenta las campañas electorales aquí y en otros 12 estados, las hiperjaranas, las entrevistas en la pantalla chica, las asesorías, las telenovelas, los invernaderos, las camisas rojas… ¿Y la buena vida de Ivonne y su corte con sus fiestas de quince años en palacetes a la orilla del mar? Todo eso cuesta dinero y no está en el presupuesto.

—Si Pilato te oyera, Vittorio, te preguntaría: ¿Qué es el presupuesto? ¿Toalla desechable? ¿Papel higiénico? ¿Drenaje de créditos? ¿Fosa séptica para las deudas? ¿Inventario de picardías? ¿Instructivo para que Angélica pueda acomodar a disfrazar el millón y medio a Sasha?
—Es cierto que mademoiselle Sasha dijo que ella no ha firmado nada y sus empresarios tampoco han suscrito ningún contrato.

—Tú mejor que nadie, Vittorio, sabes cómo son los contratos de la mafia. Cierras un contrato, no lo firmas, no hay contratante, tampoco contratado y por lo tanto no hay contrato de qué informar. Así nos bailaron en la pasarela de Ibonica.

—Si usted fuera el Padre Camargo, ¿qué haría en el caso de Sasha?
—Dudo que acepte. Su religión le prohíbe robar, levantar falsos testimonios y codiciar los bienes ajenos. Los bienes del pueblo. Sin embargo, si yo tuviera pretensiones al trono, como dicen que los tiene la señora Araujo, haría que un agencia independiente se encargue de todos los gastos de Sasha, los publique íntegros y, después del espectáculo, pagadas todas las erogaciones, otra agencia independiente los verifique y publique al detalle.

—Eso costaría mucho, César.

—Más nos costaría no hacerlo y poner a Angélica en peligro de caer en la tentación. Recuerda que es el otro yo de Ivonne. Una es Dorian Gray y la otra es el retrato. De tal palo, ¿tal astilla?— Mérida, Yucatán, 8 de septiembre de 2010.

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