El oficio de incordiar
José Rafael Ruz Villamil (*)
Vienen de Oriente —según apunta el capítulo 2 de Mateo, al comenzar el relato—: bien pudo ser de Partia o Persia, de Arabia o el desierto sirio, o, más probablemente, de Babilonia donde, por alguna colonia judía, bien pudieron saber de las expectativas mesiánicas de los mismos judíos y asociar una estrella con el rey de los judíos. Se trata de unos magos, término polisémico entonces, pero que, dada su lectura de las estrellas, hubo de tratarse de astrónomos/astrólogos: estos últimos vienen a representar lo mejor del saber y la religiosidad de entonces.
A mayor abundancia, parece ser que entonces había una cierta expectación de que un caudillo del mundo saldría de Judea; en relación con esto último, Flavio Josefo escribe: “Pero lo que más les impulsó a hacer la guerra (a los judíos) fue un oráculo ambiguo, contenido también en sus libros sagrados, según el cual en aquella época un personaje de su país regiría al mundo. Ellos creían que se trataba de alguien de su raza…”. Es así que los magos bien sabían lo que buscaban y dónde lo encontrarían, pero necesitaban algún dato más preciso.
De ahí que cuando llegan a Jerusalén —ciudad, por cierto, objeto de ofrendas y regalos de algunos potentados de Oriente— se dirijan a Herodes, a la sazón rey de Judea y señor de Jerusalén por decisión y decreto de Roma que, desde el 63 a. C., había ocupado el antiguo Reino de Israel. Y así, la pregunta de los magos —“¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle”—, provoca la reacción que, hiperbólicamente, narra Mateo: “Al oírlo el rey Herodes se sobresaltó y con él toda Jerusalén”. Y es que el título “rey de los judíos” no dejaba de tener resonancias nacionalistas de independencia política. Con todo y quizá ajenos a esto último, los magos hablan con la honestidad y la franqueza propia del que busca sencillamente una verdad.
Herodes, por su parte y con la ignorancia que caracteriza a más de un gobernante, busca la respuesta con la ayuda de lo que bien podría llamarse su equipo de asesores intelectuales cortesanos; y así se la transmite a los magos, aprovechando de paso obtener de ellos, con base en una mentira redonda, una información, para él, preciosa: el tiempo del nacimiento del niño.
No es difícil encontrar en la estructura del relato dos planos de la búsqueda de la verdad en un mismo hecho, sí, pero con intenciones radicalmente opuestas. Y es que en la narración, los magos vienen a ser como el icono de la búsqueda de la verdad —que, desde luego, necesita información— no sólo en sí misma, sino que, en tanto que a partir de la astronomía puede desarrollarse un calendario que permite marcar los tiempos de la producción agrícola y auxiliar a los viajeros con el mapa celeste, se vierte en el bienestar colectivo. Herodes, de otra parte, resulta a su vez el icono de la búsqueda de la información y la verdad al servicio de sí mismo y, desde luego, de ese aferrarse al poder en beneficio propio y de unos cuantos privilegiados a su sombra.
Quizá 2017 vino a ser un año en que el tema de la información acabó siendo un tópico que por saturación se volvió irrelevante. No lo es. En el ámbito de la política mundial, aun comienzan las consecuencias de la desinformación que difundió la Rusia de Putin no sólo en relación con las elecciones del presidente de EE.UU., sino que afectó otros movimientos en la Unión Europea que acabarán teniendo un impacto negativo en la economía mundial; en ese mismo horizonte, también está por verse el impacto de los innumerables tuits del presidente estadounidense: en términos políticos globales ya han tenido efectos.
Por otra parte, en la vida cotidiana de muchísimas personas, las noticias falsas que corren por millones en las llamadas redes sociales han aumentado, sin duda, la ignorancia, la superficialidad y, en muchos casos, la estupidez que se traducen en decisiones y hechos.
Siguiendo el hilo del relato de Mateo, a partir de Jesús de Nazaret se genera una información que, aportando lucidez y conciencia a los magos, los libera de volver a Herodes y servir a sus intereses. De ahí que el Evangelio —y el mismo Jesús de Nazaret en él— puede seguir siendo el catalizador en la búsqueda compleja y necesaria de la verdad.— Mérida, Yucatán.
ruzvillamil@gmail.com
Presbítero católico
