CARLOS R. MENÉNDEZ LOSA (*)
La debacle económica se acerca sin freno; las señales de alerta son cada vez más claras. México debe prepararse para una recesión inminente. El Banco Interamericano de Desarrollo advierte que las finanzas nacionales podrían enfrentar una de las peores crisis en años, pues el impacto del “shock de crecimiento” en Estados Unidos podría ser devastador.
En medio de la incertidumbre por las amenazas y ataques de Donald Trump, se reporta que la confianza del consumidor cayó en marzo por tercer mes consecutivo, mientras el ánimo del sector empresarial sigue en picada. El IMEF confirma la contracción de la economía mexicana y advierte que las perspectivas para 2025 no son alentadoras (bit.ly/3RAsxfJ).
La Reserva Federal anticipa que el impacto de los aranceles será mayor al previsto, el banco JP Morgan pronostica una recesión en EE.UU. y los analistas alertan sobre sus efectos en nuestro país. La propia Secretaría de Hacienda reconoce una desaceleración —aunque aún no habla de recesión— y ajusta a la baja su expectativa de crecimiento.
Por todos lados hay inquietud, excepto, al parecer, en Palacio Nacional y su corte de aduladores. Claudia Sheinbaum sigue minimizando la crisis, convoca a eventos masivos para celebrar su “estrategia” y se atreve a afirmar: “La 4T nos salvará de los aranceles gracias a los programas sociales, sin los cuales México no tendría la situación económica que hoy tiene”.
El régimen obradorista, que aún tiene altos niveles de aprobación popular, sabe que su fortaleza depende principalmente del creciente e improductivo asistencialismo, de la narrativa populista impulsada desde Palacio y del desgaste de una oposición resquebrajada. Cualquier amenaza a estos pilares de su estabilidad política será atacada sin miramientos.
Los jerarcas del obradorato tienen plena conciencia de que el morenismo ha consolidado una base de apoyo sólida, pero que ésta podría debilitarse ante una crisis económica severa, el aumento de la inseguridad o el avance de la corrupción. De ahí el cinismo con que la presidenta y su corte intentan minimizar el peligro que representan las amenazas de Trump.
Si la economía se desacelera, el desempleo aumenta o la inflación erosiona el poder adquisitivo, el apoyo a Morena podría debilitarse. Aunque los programas que presume doña Claudia generan lealtad, un golpe a los ingresos familiares incrementaría el descontento. Además, la crisis reduciría la capacidad del gobierno para financiar el asistencialismo.
A como dé lugar, hay que ocultar la realidad; el régimen tiene mucho que perder si su base electoral toma conciencia de los hechos. Urge exaltar las maravillas de los programas sociales y tergiversar problemas graves, como la corrupción en los altos mandos del obradorismo y el aumento de la deuda pública, que ya complica la operación del gobierno.
CRECIENTE DEUDA
En los Pre-Criterios Generales de Política Económica para 2026, entregados esta semana al Congreso, Hacienda reconoce que la deuda pública rondará los $20 billones el próximo año, el doble de lo que era antes de los gobiernos morenistas. En 2018, cada mexicano debía $86 mil, y después de ocho años de morenismo, deberá $149 mil, un 73% más (bit.ly/3E9nVKu).
Para ganarse el respaldo de un amplio sector popular, el régimen ha incrementado significativamente subsidios, obras faraónicas y programas asistencialistas, generando un déficit fiscal creciente y peligroso, con un aumento del gasto público muy superior al incremento en los ingresos tributarios. La “solución”: más deuda y su respectivo costo incremental.
Cuando el endeudamiento se utiliza para mantener la popularidad del gobierno, el colapso financiero llega eventualmente, pues se deja de impulsar el desarrollo económico sostenible y el déficit sigue aumentando. Además, al destinar más recursos al pago de intereses, se desatienden sectores clave como la salud, la seguridad y la infraestructura productiva.
Después del costoso año electoral de 2024, en el que se incrementó la deuda en $2 billones para financiar el clientelismo, en 2025 se destinan más de $800 mil millones a los programas del Bienestar, menos de $200 mil millones a obras de infraestructura y más de $1.3 billones al costo de la deuda, un 66.1% más que en los programas insignia de “la doctora”.
EN APRIETOS
Sin duda, la crisis de los aranceles pone al régimen en mayores aprietos. El voto por Morena proviene principalmente de sectores populares, adultos mayores, jóvenes beneficiarios del asistencialismo y poblaciones rurales, quienes se verían seriamente afectados por la recesión. A esto se suma la creciente inseguridad y la corrupción galopante.
En la semana que termina, fuimos testigos de los esfuerzos del gobierno por ocultar la realidad. Para minimizar la debacle económica inminente, la manipulación electoral en el Poder Judicial (bit.ly/43HHhRl), la inseguridad por el narcotráfico y la corrupción en casos como el de la familia Bartlett, el régimen lanzó el “Plan México”, de “mucho ruido y pocas nueces”.
Presionado por las circunstancias, el obradorato ha tenido que dar marcha atrás en muchas de sus medias verdades. Ahora resulta que el Tren Maya sí afectó al medio ambiente (bit.ly/3EaVHiq), el “huachicol” y el Cártel de Sinaloa siguen más vivos que nunca, y “los abrazos y no balazos” ya no son suficientes. El agua comienza a llegar a los aparejos de los gobiernos morenistas.
En Yucatán, tras seis meses de planes y promesas, de falta de visión a largo plazo y reacciones constantes ante los estallidos sociales y políticos permanentes (bit.ly/44cnJVm), Huacho Díaz lanza también un espectacular “plan de desarrollo”, repleto de nuevas promesas que intentan ocultar una realidad marcada por la creciente corrupción en el seno de su gobierno.
La crisis ya está aquí, no evadamos la realidad ni nos dejemos llevar por el canto de las sirenas de la autoridad. Estamos a tiempo de tomar medidas de contención en nuestras empresas y familias, comenzando por la reducción de gastos y deudas innecesarios. Mucho está por verse. El espectáculo de Trump apenas comienza. No lo perdamos de vista.- Mérida, Yucatán.
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