“JOSÉ, NO DUDES EN RECIBIR A MARÍA”

José era un “varón justo” que aquí significa tanto como cumplidor de la Ley y, a la vez, bondadoso o bueno. Y porque era justo y bueno, se encontraba perplejo en una situación insólita que estaba viviendo en aquel momento.

Además, san José conocía, por su esposa, el origen de su maravillosa esperanza, y pensó retirarse respetuosamente ante el “Misterio”. Pensó que, una vez que María había sido distinguida por Dios con tan alta vocación, él no debía intervenir en absoluto haciendo valer sus derechos de esposo.

Sea lo que fuere, lo cierto es que la embajada del ángel a san José no tiene únicamente el sentido de sacarle de apuros y devolverle la tranquilidad; significa también para José una vocación excelsa. Además, san José era legalmente el papá del niño y a él correspondía, entre otras cosas, el darle un nombre. En este caso, José es informado por Dios sobre el nombre que había de llevar el hijo de María. Su nombre será “Jesús”, esto es, “Dios salva”. Y, en el nombre va indicada la misión que trae Jesús al mundo.

Por eso, la vida de Jesús —sus palabras y sus obras— significa que Dios está con nosotros y nos salva. De Jesús se dice que Dios estaba con él (Jn 8, 29; Act 10, 38) y que Jesús es para nosotros la presencia de Dios en persona (2Cor 4, 6; Col 2, 9 Jn 14, 6.9).

“José, no dudes en recibir en tu casa a María, tu esposa”, le dijo el arcángel a san José. Estas palabras disolvieron la tensión que había en el corazón del primer hombre que amó a la doncella María con particular intensidad. Un escrito apócrifo puso en labios de san José la siguiente expresión: “La amé con todo el corazón y según la voluntad de Dios”. Y ya, con base en ese anuncio angélico, san José pudo organizar la celebración del matrimonio que Rafaello dibujó en uno de sus cuadros más famosos. Este anuncio hizo que se abriera para san José una vida nueva y una misión única, la de ser el papá legal de Jesucristo.

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