Abro los ojos a las cuatro de la mañana. Ya no puedo conciliar el sueño. Me dormí con la preocupación del huracán Beryl. En días pasados, con sólo una lluvia de tres horas, la calle frente a mi casa se inundó. Mis vecinos se quedaron encerrados por unas horas.
En el teléfono, busco de inmediato la aplicación del clima para ver en ¿dónde está Beryl? Lejos de sosegarme, la información acrecienta mi inquietud. Está por llegar a Tulum como huracán categoría 2.
Ya no duermo. Salgo al patio a revisar que todo esté levantado. Han quitado la malla sombra porque la ocasión anterior no la descolgué y fue reventada en una de sus esquinas.
Diez minutos antes de las seis escucho el fuerte silbido del viento. Salgo a la calle. Recorro mi acera. Ningún alma.
Está nublado y las altas palmeras cercanas se estremecen al compás de los vientos huracanados. Unas gotas de agua empiezan a caer. Pienso que los efectos del meteoro ya se empezarán a percibir.
Hago un vídeo para capturar ese momento. Regreso a mi casa de inmediato. Aseguro puertas y ventanas.
A las siete, busco los noticieros nacionales que, seguro, tendrán como tema principal el ingreso del huracán a territorio mexicano. Mi intuición no me defraudó. Justo cuando fui a hacer mi incursión callejera, Beryl tocó tierra.
En la televisión, el enviado de Grupo Fórmula, Leopoldo Espejel, realiza los primeros comentarios desde el lugar afectado.
Enfundado en un impermeable amarillo, transmite sin interrupciones, con normalidad en la señal.
Ciro Gómez Leyva comenta que el hecho de hacer la transmisión en esas circunstancias es una buena noticia para todos.
Vuelvo a la aplicación de Zoom Earth para dar seguimiento en vivo a la trayectoria de Beryl. Para esa hora, ya es categoría 1. Va rumbo a Valladolid.
Me entero que ha cambiado de trayectoria. Es probable que, ahora, pase más cerca de Mérida. ¡Ja! Beryl va a salir por Progreso.
A fuerza va a buscar a Poseidón, pienso y recuerdo la lluvia de memes que fue más copiosa ante la de agua que no veo.
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Recibo llamadas telefónicas. Radiodifusoras de otras entidades que desean una aportación sobre lo que observo.
No veo chubascos, pero bien puedo hablar de todo lo que los meridanos hicieron como prevención.
Hablo de tinacos y condensadores de aires acondicionados asegurados, refugios, compras. El riesgo de inundaciones por la falta de un dren pluvial, pues en Mérida se basa en pozos de infiltración que direccionan el agua de lluvia hacia el acuífero.
Estoy en el norte de Mérida, cerca de la salida a Cholul. Los efectos del huracán, sin duda, me deben llegar. Pasan las horas. Nada.
Lo veo avanzar, pero en el teléfono. Ahí me entero de su conversión a tormenta tropical, a las 12:00 horas del día.
Recibo una llamada de mi amada abuelita preocupada por las noticias de la llegada del gran huracán Beryl.
Ella vivió el huracán Stan y estuvo incomunicada durante una semana. En donde vive, el río creció, se salió de cauce y se llevó el puente de la carretera que conecta con la ciudad. La tranquilizo al decirle que todo está más tranquilo de lo que esperaba.
Por fin, hacia las 14:30 horas una leve llovizna se desarrolla en mi entorno. Reviso. La tormenta está casi por llegar a Motul.
Me pertrecho con mi plástico y salgo, de nuevo, a la calle para hacer otro vídeo. Es muy leve. Eso no vende. A pesar de eso, llama mi atención ver las avenidas desiertas.
Todos están, como debe ser: resguardados. Sólo yo andaba en la indagación o el chisme dirían algunos, curiosidad de reportera, digo yo.
La llovizna apenas humedece el piso. No hay charcos, empozamientos. Existe una temperatura agradable de 24 grados. Deseo que eso sí dure.
Esa lluvia, apenas perceptible, va y viene en forma intermitente. Cada vez más espaciado. Esa dinámica permanece, cuando mucho una hora.
¿Dónde estás, Beryl? Quizá Chaac escuchó los exhortos, defensas y exaltaciones de los meridanos y nos protegió. Jaló las aguas para otros lados.
Me resigno a verlo en el móvil, cómo camina con paso lento pero firme, sigiloso. Hasta que, a las 16:30 horas sale por el puerto de Progreso.
Por fortuna, no lo vi, sentí y mucho menos padecí. Así, la ayuda y acción pueden concentrarse en aquellos municipios que sí fueron afectados.
Entonces decido hacer la crónica de Beryl, un huracán que, en esta zona de Mérida, no fue…
Escribo al tiempo de ver, en las redes sociales, los anuncios de que habrá venta de cena, caballeros pobres, barras; se reactiva el transporte público; además de algo trascendental: se levanta la ley seca.

Me identifico totaltemente con su narrativa, excelente. Gracias
No es anacrónico, pero es muy extenso para un fenómeno tropical y un tanto poética la descripción, cuando en una contingencia hay que ser más prácticos y ,,,,
Clara narrativa de lo que pasamos casi todos los Méridanos. Para bien
Que agradable reportaje, se nos aguado el huracán, pero no el ingenio.