(Primera Columna publicada el 29 de junio de 2011)
La corrupción como común denominador en las instituciones oficiales mexicanas tuvo un reconocimiento sin precedente en la mesa de Chapultepec, donde Felipe Calderón Hinojosa y el poeta Javier Sicilia expresaron sus puntos de vista, a veces contradictorios, durante una confrontación, sin paralelo también, de representantes de la sociedad civil y el gobierno federal.
En sí, es un suceso histórico que un tema polémico y difícil, como la presencia o influencia del crimen organizado en la tarea diaria de gobernar, haya sido expuesto con absoluta libertad ante el primer mandatario, pero la historia escrita es testigo de que hay más de un pelo en la sopa: son comprobados los motivos para poner en duda que la presidencia de la república, como afirma Calderón Hinojosa, esté haciendo todo lo que puede hacer en el combate contra la corrupción.
Sicilia le reprocha a Calderón que le haya declarado la guerra al narcotráfico con “instituciones podridas” y subraya que el crimen ha venido acumulando un “poder soterrado” durante décadas. Nosotros, aquí en la columna, como hemos visto desplegarse y crecer el pudrimiento de las instituciones que rigen al país, no coincidimos con el punto de vista de que esa acumulación de poder haya sido soterrada,
En editoriales, informaciones y entrevistas personales, “Diario de Yucatán” presentó al presidente Vicente Fox Quesada pruebas contundentes de la intervención ilícita de la mafia en un juicio de diez años que se efectuó en Yucatán. Pruebas que nadie ha desmentido ni intentado refutar hasta hoy.
Durante una reunión en la residencia presidencial de Los Pinos, ante dirigentes de una docena de periódicos, un representante de este diario expresó en un discurso: “No deberíamos estar aquí, sino en la cárcel, por difamación y calumnia, si no fueran ciertos los delitos que denunciamos”.
Las denuncias del “Diario” fueron resumidas una y otra vez como indicios verificados de que la mafia estaba infiltrada en los altos mandos del gobierno federal, los partidos políticos, las procuradurías, el ejército y la iglesia católica mexicana.
En cada denuncia, el periódico planteaba una sola solicitud a Fox Quesada: que investigara la veracidad de nuestras acusaciones. Nunca hizo nada el presidente. Ni siquiera ofreció que se haría una investigación.
Respecto al mismo caso, como un diputado federal del PRI pidiera, en sesión de la Cámara de Diputados, que una comisión del Congreso de la Unión viniera a Yucatán a comprobar la conducta delictuosa que atribuía a “Diario de Yucatán”, este periódico dio de antemano la bienvenida a la propuesta comisión e invitó a los legisladores, en un editorial de primera página, a constatar el poderío de la mafia dentro de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial yucatecos, para que se rompiera el silencio nacional que lo encubría y porque ese mismo poder mafioso podría afectar tarde o temprano, de una u otra manera, cualquier otro estado de la república o aspecto de la vida nacional.
El tiempo daría la razón al “Diario”: en Chihuahua, Durango, Michoacán, Tamaulipas, Baja California y otros estados, las podridas instituciones públicas excretaron judiciales, policías y militares que se pusieron al servicio del crimen organizado y han contribuido señaladamente a las matanzas y otros atentados con que se contesta a sangre y fuego la guerra que Calderón le ha declarado al narcotráfico.
Don Felipe dijo en Chapultepec que él sabe que los jueces y magistrados están en las nóminas de los capos, que sabe también que dialogan con los criminales y los ponen en libertad en juicios amañados, pero alegó que no tiene pruebas y por lo tanto no puede hacer nada contra la corrupción judicial.
Calderón Hinojosa ya tuvo a su disposición las pruebas que hoy no encuentra o no le permiten buscar. Se las dio el “Diario de Yucatán” al enterarlo de todas nuestras denuncias, contra Vicente Fox y el gobierno federal, en las visitas que hizo a este periódico como candidato a la presidencia. Tan enérgica fue la exposición de este periódico, que don Felipe le pidió a su acompañante panista que se retirara del salón.
A los ilícitos acumulados en nuestras denuncias se les puede considerar como semillas o raíces del árbol de delincuencia que se ha ramificado por la nación en los años 2000.
En el sonado caso del intento de soborno a nuestra Megamedia con dineros de la nación, Felipe Calderón, ya presidente, tuvo en sus manos claras pruebas para demostrar la honorabilidad y rectitud de su gobierno. No lo hizo: preso de intereses oscuros, premió a los presuntos delincuentes en vez de sancionarlos con todo el peso de la ley. Querer es poder.— Mérida, Yucatán, 28 de junio de 2011.
